jueves, 24 de enero de 2013

Ojalá

Tres y veinte de la mañana, ¿qué horas son estas? ¿Qué hago despierta? ¿Él lo estará?
Siempre me pasa lo mismo, una vez que me despierto no pego ojo después.
¿Y si se ha levantado? No, no creo. Aunque quizás sea una señal. Sería demasiada casualidad, no.
No entiendo qué hago despierta a estas horas, siempre lo mismo. Siempre a las tres, me acueste a la hora a la que me acueste.
Quiero verle, y quiero mirarle dormido y acariciarle despacio el cuello.
No sé si levantarme y mojarme un poco la cara. Sí, eso será lo mejor.
¿Qué estará haciendo? Ojalá piense en mí, aunque sea poco, aunque sea de pasada.
Voy a intentar levantarme despacio. Las piernas todavía no me responden, ya estoy acostumbrada. ¿Qué me pasa? Siempre he pensado que mi cuerpo no va al compás que mi cerebro. Me duele todo.
Por fin. Dios, no veo nada. ¿Y la luz? ¿Y la puerta? ¿Dónde estoy? Pero... ¿quién es esa? Quién es la del espejo. Cómo he llegado aquí. No consigo reconocerme. ¿Por qué se me marcan tanto las costillas? ¿Y esas ojeras? Yo antes no era así. ¿Y esas marcas? No puedo ser yo, es imposible. Al otro lado del espejo parezco tener a una extraña. Cómo ha pasado el tiempo. Ojalá no fuera yo.
¿Y él qué pensaría?

2 comentarios:

  1. Me ha parecido preciosa esta historia! Me encanta tu blog, escribes genial, estate orgullose :)

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